A sus 100 años, murió Lolín Rigoni, Madre de Plaza de Mayo de Neuquén y Alto Valle

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«Persistencia» fue la expresión que usó Lolín Rigoni hace pocos días, cuando supo que Adriana Metz y las Abuelas de Plaza de Mayo habían encontrado al nieto 140, hijo de Graciela Romero y de Raúl Metz, asesinados durante la última dictadura. La madre neuquina, a sus 100 años, viajó esta madrugada para integrar con Inés Ragni y todas las Madres de Plaza de Mayo, la ronda sin fin, el de las mujeres valientes de Argentina que «con la única herramienta del pañuelo», no dudaron hasta el fin de sus días de reclamar por justicia para conocer dónde están, cuál fue el destino de las y los desaparecidos.

Las últimas veces que estuvo en público, fue en las rondas de los terceros jueves este verano, en torno al monumento de La Madre en la avenida Olascoaga, donde quedan sus huellas y las de otras Madres, dando vueltas en torno al pañuelo que reclama siempre dónde están.

El 30 de abril, día del aniversario de la creación de las Madres, Lolín envió al público reunido en el Aula Magna de la UNCo, un gran saludo de aliento y de exigencia de continuidad en la búsqueda de justicia que les llevó la mitad de su vida.

Son «el relevo», dijo Lolín y luego habló de estos años de lucha, de la resistencia a pesar de los tiempos contrarios a las buenas noticias y finalizó con sus brazos cruzados sobre el pecho, en un abrazo virtual para todos los presentes, el mismo con el que siempre saludó al término de las marchas del 24 de marzo.

Falleció hoy a la madrugada, en su casa, pasados algunos minutos después de las 2. A sus 100 años permanecía lúcida en especial por las tardes, cuando se levantaba un rato a merendar con sus nietas o su familia. Era en ese momento del día en el que la visitaban integrantes de su círculo más cercano, su familia, el grupo de apoyo.

Hace pocos meses, estuvo en los detalles del armado de la celebración por los 48 años de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, en el Aula Magna de la UNco el 30 de abril. «Por problemas de agenda, Lolín no pudo llegar», bromeó uno de los integrantes del grupo de Apoyo en el Aula Magna de la UnCo, colmada de público. Y luego, tras sortear la barrera de los 100 años, sonrió nuevamente cuando supo que el Nieto 140 era el neuquino que se buscó siempre.

Cada nieto recuperado es la prueba viviente de la existencia del genocidio, esa expresión tan fuerte como dolorosa. Aún más en la boca de los sobrevivientes y de sus familiares; de los que conocieron por dentro los centros clandestinos que hoy parte de la sociedad civil busca mantener en vigencia como sitios de memoria. Es la búsqueda de continuidad de una señal indeleble de lo que fue la persecución política por métodos aberrantes conducida desde el Estado moderno, cuando dejó atrás todas las convenciones internacionales.

Hasta hace unos meses, Lolín aún contestaba algunos mensajes en su teléfono móvil, por Whatsapp, opinaba y felicitaba, siempre generosa y amable. En marzo, en las rondas de los terceros jueves, habló brevemente de Roberto, su hijo, al que demoraron cuatro años en entregarle sus restos luego de comunicarle su asesinato en 1977.

Las madres tardaron muchos años en describir en primera persona el genocidio, por una postura política fuerte: «no es mi hijo, son los 30.000 los que buscamos, esto no es algo personal», exigían cuando se les pedía una nota para conocer detalles de aquella lucha iniciada incluso antes de la fundación de las Madres de Plaza de Mayo, en 1977.

Parte de las madres neuquinas que buscaban a sus hijas e hijos, integraron aquella primera ronda afuera del Congreso en Capital Federal ese año, cuando desde el grupo de familiares de desaparecidos por razones políticas, las Madres conformaron la sede Neuquén y Alto Valle

El grupo de Apoyo de las Madres y los 30.000 confirmó esta mañana su partida a las 2,15. Lolín estaba contenta de haber llegado a los 100 años, celebró con sus nietas y hijos e hijas.

Habia aceptado también este año, que una pasaje del Parque Jaime De Nevares, fuera identificado como Madres de Plaza de Mayo, filial Neuquén, como siempre, sin personalizar en ellas y porque la propuesta de una calle con el nombre de las madres neuquinas, se propuso en un lugar «que recuerda al Monseñor, así es que esta bien», dijo en referencia al Obispo Jaime De Nevares y su labor conjunta con las Madres en búsqueda de la aparición con vida y de Justicia.

Fuente: diario digital RIO NEGRO