Ana, un nombre ficticio para resguardo de su identidad, tenía 37 años y dos de sus tres hijos a su cargo cuando una madrugada fue agredida a golpes de manera brutal por su pareja. “Me pegó primero en la calle, después en mi casa hasta que se durmió”, relata la mujer que pasó esa noche despierta y tuvo que explicarle a la mañana siguiente a sus hijos el origen de las marcas que tenía en todo el cuerpo.
Ya había sufrido empujones y patadas, desde hacía tiempo el hombre la seguía como una sombra, pero “era la primera vez que me pegaba en la cara”, dice la mujer que atravesó todo el proceso, desde el pedido de ayuda a través de la línea telefónica, su resguardo en uno de los refugios del municipio y el acompañamiento en el ‘egreso’.
Tras la golpiza, Ana le dio forma a la idea de escapar que le rondaba hacía tiempo: con lo puesto y diez mil pesos escondidos en una media, se fue de la casa. La única persona con la que había podido hablar hasta ese momento era una vecina.
Tras recibir asistencia de un patrullero que pasaba, llegó a la comisaría, donde le dijeron que debía ser revisada por una médica legista. Lo que no le dijeron es que irían a buscar también a su pareja y la llevarían al mismo lugar.
“Mientras la médica me revisaba, él -que nos había pasado por al lado- nos amenazaba a los gritos”, cuenta sobre las horas que pasó hasta llegar a la casa de una amiga donde pudo hacer contacto con los servicios de asistencia a través del Teléfono Verde y a partir de allí quedar a resguardo en unas de las casas del municipio.
Lo que tuvo por delante fue “un proceso” donde afirma que poco a poco fue “ordenando la cabeza” tras una relación que calificó como “breve, pero muy violenta”.
No sin temores, ya que relata desde noches sin dormir hasta ataques de pánico cuando comenzó a salir con asistencia del refugio, Ana señala que se hizo de herramientas que no tenía. “Aprendí que no tenía que callarme más, que no tengo que pasar por cosas que no me gustan y que puedo decir que no”, enumera no sin conmoverse.
Para cuando estuvo lista para el ‘egreso’ del refugio, si bien continuó acompañada, tuvo que aprender a hacer frente a nuevos desafíos. “Fue como salir de la panza de mi mamá, donde me sentía segura, pero tenía que salir a una nueva vida”, cuenta sobre el momento en que con el acompañamiento de los equipos logró alquilarse un lugar para ella y sus hijos y reconstruyó sus vínculos con el padre de ellos y esa familia que hoy es parte de su red.
Ya con el camino hecho, ahora reconoce la importancia de pedir ayuda. “Hay que buscarla, yo sé que no es fácil porque el violento no te deja hablar, porque la violencia es psicológica y una vez que dominan tu mente, te sentís de su propiedad y te cerca todas las salidas, pero ahí es donde llegan los golpes”, concluye.
En el marco de Noviembre Violeta y en vísperas del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la Municipalidad de Rosario recuerda que si sos víctima de violencia de género podés comunicarte con el Teléfono Verde (0800 444 0420) todos los días del año, durante las 24 horas. Si no podés hablar, escribí al 341 5781509 (Contacto Violeta, whatsapp). En caso de emergencias, llamá al 911.