Violencia de género: una casa y 30 años en resguardo de la vida de más 1.500 mujeres

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El Centro de Protección Integral Alicia Moreau es la primera de las dos casas de resguardo que comenzó a funcionar bajo la órbita de la Secretaría de Igualdad, Género y Derechos Humanos de la Municipalidad de Rosario. Tiene capacidad para alojar a 25 mujeres y cumple 30 años de trabajo ininterrumpido.

En 1994, cuando la casa abrió sus puertas, los asesinatos de las mujeres no se conceptualizaban como femicidios y tampoco existía esa figura en el Código Penal. Apenas se hablaba de ‘violencia doméstica’ o ‘violencia familiar’, recuerdan los equipos que son parte del día a día con las víctimas y que marcan que, en su génesis, el Alicia Moreau se nutrió de las experiencias que las organizaciones feministas ya venían desarrollando en los barrios, en sus propias viviendas.

«Este es un centro que previene femicidios», dice con firmeza la directora de Atención y Prevención de Violencias, Mariana Alonso. «Rosario tiene en ese sentido una conformación particular porque son las organizaciones de los territorios las que comienzan el recorrido, las que agenciaron el problema y le dijeron al Estado que debía asistir a las mujeres y después le mostraron el cómo», afirma la directora y señala que, por entonces, eran las vecinas organizadas en barrios de la zona norte y de Ludueña las que ante las situaciones de riesgo que padecían sus pares las alojaban en sus propias viviendas, a veces sólo los fines de semana o durante el tiempo que fuera necesario.

Desde ese inicio a esta parte, el centro de protección de ‘alto riesgo’ albergó a 1.585 mujeres con sus 6 mil niñas y niños. «Cuando hablamos de la población que tenemos siempre se duplica o triplica con la presencia de los hijos», afirma Ayelén Zaccari, una de las diez integrantes de un equipo que está conformado por profesionales de diferentes disciplinas y auxiliares sociales que llevan adelante el acompañamiento.

En estas tres décadas Rosario consolidó las políticas en materia de prevención y protección en violencia de género: el centro que se inició con 20 plazas sumó, tras su remodelación de 2017, cinco espacios más para mujeres y niños; en tanto la red puso a funcionar un segundo centro de protección, Casa Amiga, con el que alcanzan 50 plazas en la ciudad. Ambos son parte de la red provincial con una tercera vivienda que funciona en Santa Fe capital.

De todo ese proceso en el Alicia Moreau, Ana Carina López no se perdió ni un día. Cumplió los 19 años a los pocos meses de haber ingresado a trabajar en el área administrativa; sin embargo, no era allí donde quería estar. «Yo quería ayudar a las mujeres, acompañarlas, escucharlas», recuerda. Al poco tiempo se capacitó y comenzó trabajar cuerpo a cuerpo con las víctimas.

«Me conmovían los ingresos de adolescentes que llegaban con sus hijos», dice de esas jóvenes que tenían por entonces su misma edad. «Todo este tiempo fue crecer. Crecimos en muchos sentidos en la temática, y vamos viendo en los últimos años cómo la violencia se torna cada vez más dura», remarca.

Así como en tres décadas se afianzaron políticas públicas, también se reconfiguraron los contextos, y afirman que desde entonces los escenarios no dejaron de complejizarse. Uno de los picos de demanda de los espacios de protección municipal frente al ‘alto riesgo’ de las mujeres se produjo en la previa de la pandemia, cuando el número de víctimas alojadas se duplicó.

En 2017 pasaron por los espacios 56 mujeres y 93 niños, una cifra que en 2018 creció a 109 mujeres y 184 chicos. En 2019, sólo entre enero y febrero, ya habían contabilizado 20 ingresos. En 2023 fueron 72 las víctimas que recibieron resguardo junto a sus hijos, una población de 112 niños. Hasta octubre de este año, fueron 26 las mujeres alojadas con sus 35 chicos.

Gabriela Mari es abogada, lleva ocho años de trabajo en el espacio y cuando puntualiza cómo se transformaron los escenarios explica que «de esas chicas adolescentes que venían con sus niños y que hasta ese momento estaban en sus casas encargadas de los cuidados, hoy nos adentramos en historias más complejas, en las que las mujeres, en ocasiones, se ven atrapadas en redes delictivas, lo que implica otros desafíos y repercusiones».

Allí es donde remarcan que los equipos tienen otro desafío: visibilizar la violencia de género entre las tramas de violencias. «Hoy las poblaciones y las mujeres en particular atraviesan un montón de violencias: el no tener para comer es violencia, el estar en tu casa durmiendo y escuchar disparos en el barrio es violencia», remarca Ayelén y subraya: «Allí se nos agrega el trabajo, decir esto es violencia de género, hay políticas destinadas a esto y hay lugares específicos a los que acudir».

Esa labor es día a día. Los equipos trabajan 24/7, construyen vínculos con mujeres y niños, una cotidianidad en la que tejen estrategias y dejan lugar a ‘movimientos subjetivos’ que algunas logran hacer.

«Hay un paso clave y es que ellas deben asumirse como víctimas para recibir ayuda. Eso implica bajar la guardia, algo muy difícil en mujeres que en los contextos actuales están cada vez más defendiéndose todo el tiempo de los ataques que reciben. Son mujeres a las cuales tenemos el desafío de mostrarles que sus cuerpos pueden ser otra cosa, no sólo golpeados e insultados, si no algo más amoroso», agregan.

Si el proceso es singular en cada una, la directora explica que «tras el ingreso y el tiempo dado a cada víctima para su emocionalidad, el trabajo que el sistema de protección realiza sistemáticamente cada día es desplegar un abanico de intervenciones para poder restituirles derechos vulnerados y, sobre todo, para construir en ellas oportunidades de vida».

Hace pocas horas tuvieron un ‘egreso’, como lo llaman. «Es una palabra fuerte, muy simbólica», remarca la directora. Eso siempre moviliza a los equipos, no importa cuántas veces lo hayan visto y acompañado. «No son pocas las que se van y tienen que volver», cuentan. Sin embargo, remarcan que «si vuelven, no lo hacen del mismo modo y siempre tienen otras herramientas».

«Noviembre Violeta»

Los centros de protección forman parte de un Sistema Integral de Atención en violencias, que se compone de una serie de dispositivos que funcionan articuladamente: el primer nivel de escucha y asesoramiento a través del Teléfono Verde (0800 444 0420) que funciona las 24 horas los 365 días del año, y los dispositivos de segundo nivel como los espacios de acompañamiento psicológico, asesoramiento jurídico, y los centros de protección.

“Las políticas públicas para la atención de los casos de violencia de género son parte de un compromiso que Rosario asumió y que hoy sostenemos, con espacios como el Centro de Protección Alicia Moreau que aloja a mujeres en situaciones críticas y lleva 30 años de funcionamiento”, destaca Mónica Ferrero, secretaria de Igualdad, Género y Derechos Humanos.

En este sentido, la funcionaria pone de relieve la planificación de este mes, ya que durante noviembre el Municipio lleva adelante una intensa agenda en la ciudad para reconocer las tramas frente a las violencias de género: “Es una agenda de acciones orientadas a promover una vida sin violencias hacia las mujeres y disidencias, en el marco del Día Internacional para la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres, que busca visibilizar las diferentes estrategias mediante las que tejemos redes entre el Estado y la sociedad civil, y fortalecer los espacios que construimos para prevenir, hacer frente y sostenernos ante las diferentes formas en las que las violencias se nos presentan”.